Hoy
abordaremos uno de los principios más importantes para lograr ejercer una parentalidad positiva con
nuestros hijos, y que a menudo es delegado por las madres: El auto-cuidado.
Cada uno
podría recordar múltiples historias de días en que dispuestos a iniciar un
nuevo día como madre o padre, nos enfrentábamos a los problemas del trabajo, el
estrés al interior de una micro o un auto que no avanza, las colas del
supermercado, las tareas de cada uno de los niños, etc…etc… y de pronto cuando
todo lo anterior se convertía en un hábito manejable dentro del día a día, un
hijo se enferma y nuevamente debemos adaptarnos a las circunstancias.
Es así
como las ganas de ser más amorosos con nuestras familias, se convierten en
intenciones bondadosas de día domingo por la noche, que prontamente se esfuman
al enfrentarnos con el primer taco del lunes por la mañana. En este contexto,
es natural sentirse triste, enojados e incluso frustrados al ver que los pocos
momentos con nuestros hijos se ven teñidos por gritos, malos gestos, malas
palabras, descalificaciones e incluso golpes que derivan del desborde de padres
y madres.
Si bien se
hace necesario generar una serie de cambios para no llegar a un límite que dañe
el vínculo con nuestros hijos, por mientras abordaremos algo tan básico Y TAN
NECESARIO como es el autocuidado de los padres, puesto que la regla básica es
que para cuidar a otros, primero tenemos que aprender a cuidarnos a nosotros
mismos.
En este
contexto, autocuidado significa:
Ø
Descansar: Algo
tan necesario y básico como respetar las rutinas de sueño se ve interferido por
levantarse dar pecho, para llevar a los niños al baño, para dar el jarabe para
la toz, turnos laborales o compromisos sociales. En este sentido, se hace
necesario programar momentos para recuperar horas de sueño y cumplir el mínimo
de tareas posible.
Ø
Delegar: No existe la “súper
mamá”, ni tampoco es positivo jugar a serlo. A menudo esto genera sobre carga
en las madres y los niños no necesariamente aprenden a resolver conflictos.
Delegar tareas o funciones dentro del hogar, apoyarse en la familias y amigos a
veces resulta más difícil de lo que suena, puesto que estamos insertos en una
sociedad donde se valoran los logros personales por sobre los grupales. En este
sentido, “la crianza” de los niños a menudo se visualiza como “un logro” o “un
fracaso” de los padres, sin evaluar que la comunidad/ familia cumple un rol muy
importante en esto.
Ø
Disfrutar:
Aprender a disfrutar los momentos más cotidianos y cosas simples… Con los niños
cada momento es único e irrepetible. Un día necesitas que los lleves a la
puerta de la sala de clases aferrándose a tu pierna, y al mes siguiente piden
que los dejes en la reja de afuera sin despedirse. Pero además momentos para
mantener las viejas amistades, momentos para relajarse estando solos, y por
sobretodo… “aprender a tratarse bien”.
Ø
Reconocimiento: Reconocer
los aspectos positivos de cada uno, “quererse”, identificar cuáles son las
fortalezas de cada uno como madre o padre y persona nos ayuda a sentirnos más
competentes frente a nuestras propias vidas.
Habitualmente padres que se sienten
mejor consigo mismos, con mayor optimismo frente a la vida, que se enfrentan a
las tareas de ser madre/padre con mayor vitalidad están más predispuestos a
ejercer una parentalidad más positiva y plena de buenos tratos hacia sus hijos.
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