La Entrada al Jardín: Ansiedades y Temores
Junto
con el término de vacaciones de verano, muchos padres deciden que marzo es un
buen mes para que sus hijos comiencen a asistir a jardines infantiles. Por una
parte, aun hace calor durante las mañana y por otra, les deja una ventana de
adaptación prudente para que sus hijos estén “más fuertes para soportar las
enfermedades de inverno”.
Es
así como los padres se enfrentan a un escenario bastante común, que es que
niños y niñas que asisten por primera vez a un jardín infantil lloren al
momento de entrar a la sala generando en ocasiones que padres y madres se
sientan culpables por tener que dejarlo en manos de quienes escasamente
conocen.
Si
bien no hay estudios o datos concluyentes que aludan a la edad ideal para
entrar al jardín, lo cierto es que los deberes de los padres se imponen y en
ocasiones las salas cunas y jardines se transforman en una necesidad. Del mismo
modo, el proceso se puede llevar a cabo de modo que sea grato tanto para padres
como para hijos.
Respecto
de este tema específico, responderemos algunas dudas comunes entre padres y
madres de niños pequeños.
¿Es
normal que mi hijo llore al llegar al jardín?
Entrar al jardín implica una
separación de sus cuidadores, lo cual puede ser tremendamente amenazante para
un niño pequeño. Así mismo, al no tener clara algunas nociones relativas al
tiempo, tampoco sabrá si sus padres volverán a buscarlo prontamente. De este
modo, el llanto de un niño al separarse de sus padres es un indicador normal
dentro del proceso de adaptación a un ambiente que aun le resulta extraño.
¿De qué modo apoyo a
mi hijo para que se acostumbre más rápido al jardín?
Por una parte, es importante comunicarles que asistirán a
un jardín infantil. Algunos padres piensan que puesto que sus hijos no hablan,
no entenderán lo que se les dice. Sin embargo un apresto al ingreso siempre es
importante más allá de la edad. Por ejemplo, a niños que ya comprenden el
idioma, se les puede mostrar viñetas de cuentos relativos a niños realizando
actividades en aula, se puede visitar jardines donde se pueda ver a los niños
jugando en el patio, y prepararlo previamente a través de conversaciones.
Es importante que las nociones de tiempo varíen acorde a la
edad de las personas. Lo que para los adultos es “un rato” para los niños
podría ser vivido como “una eternidad”. De este modo, dejar a niños todo el día
en el jardín o sala de cuna para que se acostumbre rápidamente, es desconocer
que para el niño puede ser un impacto demasiado grande acorde a su desarrollo.
Habitualmente se aconseja que el niño visite el jardín por un espacio de tiempo
pequeño, que interactue con las tías y compañeros un rato e incorporarlo
progresivamente hasta que haya logrado permanecer la jornada que se estime
conveniente. Los jardines que se preocupan por el bienestar de sus niños,
deberían permitir la incorporación paulatina de los pequeños. Del mismo modo, padres
estratégicos buscarán una solución tal vez lenta pero que a largo plazo sea más
efectiva.
¿Cómo sé que el jardín
es adecuado para mi hijo?
Tras las noticias suscitadas durante
los últimos meses, padres tienden a estar más alerta al momento de encontrar un
jardín adecuado para sus hijos.
Si bien un jardín debe estar cerca del hogar o
del trabajo de los padres de modo de facilitar la llegada en caso de
emergencia, NUNCA este debería escogerse porque es “fue el primero que se
encontró” o porque “era el más cercano a mi hogar”. La búsqueda de un jardín
implica visitarlo, conocer a la directora/director, conocer a las tías a cargo,
conocer el proyecto educativo, saber planes de contingencia que se adoptan en
caso de emergencias. Es decir, los padres deben tomarse el tiempo para CONOCER
a quienes se harán cargo de sus hijos.
Algunos jardines han adoptado
medidas tales como permitir el acceso a padres cuando ellos estimen
conveniente, ventanales de modo que los padres puedan observar cómo se
encuentran los niños en el aula e incluso cámaras que permiten ver a los niños
desde internet. Sin embargo, el acceso a entrevistas con las educadoras
permitirá crear un vínculo de confianza con quienes cuidan a los niños.
¿Qué pasa si mi hijo no quiere
asistir al jardín?
Algunos padres tienden a minimizar el rechazo de los
hijos frente al jardín, mientras que otros lo magnifican. Las causas del
rechazo de un niño a un lugar específico son multivariado, por lo cual hay que
investigar qué pasa.
En primer lugar, comprender que adaptarse a un jardín
implica un proceso y que no necesariamente se llevará a cabo en los tiempos que
los padres tenían presupuestado.
Sin embargo, a medida que pasan las semanas comienzan
a identificarse algunos factores que no favorecen el ingreso. En algunos casos,
podría ser rutinas que no favorezcan el bienestar general del niño, tales como
hábitos de sueño que no permitan descansar adecuadamente en la noche, jornadas
demasiado extensas en el jardín ante lo cual se aburre o percibe demasiada
distancia de sus padres, u otros aspectos que los padres deben identificar de
modo de saber si las rutinas que llevan a cabo son las más adecuada para sus
hijos.
Por otra parte, podría ser que los hábitos de la casa
sean diametralmente distintos a los del jardín, lo que genera problemas de
adaptación al espacio educativo. Ejemplo de aquello es cuando en casa aún se le
da de comer en la boca mientras que en el jardín se les pide que ellos solos
sean capaces de alimentarse, o cuando los fines de semana los padres alteran
toda rutina de sueño, de alimentación o de juego, rompiendo rápidamente los
esquemas que los niños logran adquirir durante la semana. En este sentido, los
padres deben alinearse con las actividades realizadas en el jardín de modo de
facilitar la adaptación.
En otros casos, la actitud de los padres podría
generar inconscientemente rechazo por parte de los niños al jardín. Ejemplos
claros son aquellas expresiones tales como “pórtate bien, sino te llevo de
inmediato al jardín”; “Si no te comes todo, le voy a decir a la tía para que te
rete”; “la tía todos los días viene a preguntar si te dormiste, sino dice que
te va a castigar mañana”. Este tipo de expresiones que si bien se utilizan para
regular la conducta de los niños en el hogar, podrían resultar ser altamente
contraproducentes en el vínculo que el niño genera con su educadora, quienes a
menudo pasan a ser figuras de apego importante en sus primeros años.
Por último, se presenta aquellos casos en que se
sospecha algún tipo de maltrato/abuso, lo cual representa un escenario grave
para el desarrollo del niño. En este caso, excesiva irritabilidad al llegar al
jardín, moretones que no tienen explicaciones coherentes, miedos intensos que
aparecen repentinamente podrían ser elementos importantes para sospechar. Es
estos casos, es importante actuar rápidamente, pero no de modo impulsivo. En
este sentido, considerar las entrevistas con educadores, observaciones en aula,
conversaciones con otros apoderados de modo de conocer la situación de un
curso, o incluso consultar a algún especialista son aspectos que ayudarán a
padres a evaluar cada escenario.
Sin
embargo, como dice el dicho prevenir es mejor que curar, y en este sentido
escoger un jardín de confianza es vital.
Me
han dicho que si mi hijo me
ve
ansioso será peor…
Es casi
inevitable sentir ansiedad cuando un hijo va por primera vez al jardín y sobre todo
cuando es el primer hijo. Sin embargo, la actitud que padres y madres muestren
frente a su hijo resulta ser un gran espejo para visualizar lo que deberán
enfrentar en el jardín.
Sostener
conversaciones gratas acerca del jardín, saludar a la educadora a cargo con
amabilidad, verbalizaciones que aluden a aspectos agradables del jardín pueden
ser aspectos que a los padres les ayuden a autoregularse y que además le ayuden
al niño a vivir el proceso adecuadamente.
Intentar
aplazar las penas o ansiedades para conversarla posteriormente en parejas o con
los amigos también podría ser una forma de expresarse sin que lo evidencien los
niños.
Por último,
repasar los motivos por los cuales se escogió incorporar a un hijo a un al
jardín de modo de evitar culpabilizaciones que no son constructivas, ayudarán a
los padres a ver esto como un proceso más llevadero.
¿Para finalizar, algunos
consejos generales?
Niños y niñas pasan en ocasiones más de 8 horas en
jardín acorde a las jornadas laborales de los padres. Esto no es menor,
pensando que si bien en las rutinas se consideran espacios para las siestas, de
juego libre supervisado entre otros, no descansan en su cama ni juegan con sus
juguetes. Del mismo modo, si se cae lo puede consolar una tía amorosa, pero no
es su madre ni padre. En este sentido, comprender que niños y niñas pueden
llegar irritables al hogar producto del cansancio y “sensibles” porque
ciertamente necesitan atención de sus cuidadores, es parte de proceso. Por otra
parte, comprender que niños y niñas requieren de cierta cantidad de horas de
sueño para recuperarse de esta extensa jornada y no transgredirla por la
necesidad de los padres por estar más horas junto a los niños.
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