lunes, 1 de abril de 2013

La Entrada al Jardín: Ansiedades y Temores


Junto con el término de vacaciones de verano, muchos padres deciden que marzo es un buen mes para que sus hijos comiencen a asistir a jardines infantiles. Por una parte, aun hace calor durante las mañana y por otra, les deja una ventana de adaptación prudente para que sus hijos estén “más fuertes para soportar las enfermedades de inverno”.

Es así como los padres se enfrentan a un escenario bastante común, que es que niños y niñas que asisten por primera vez a un jardín infantil lloren al momento de entrar a la sala generando en ocasiones que padres y madres se sientan culpables por tener que dejarlo en manos de quienes escasamente conocen.
Si bien no hay estudios o datos concluyentes que aludan a la edad ideal para entrar al jardín, lo cierto es que los deberes de los padres se imponen y en ocasiones las salas cunas y jardines se transforman en una necesidad. Del mismo modo, el proceso se puede llevar a cabo de modo que sea grato tanto para padres como para hijos.
Respecto de este tema específico, responderemos algunas dudas comunes entre padres y madres de niños pequeños.


¿Es normal que mi hijo llore al llegar al jardín?


Entrar al jardín implica una separación de sus cuidadores, lo cual puede ser tremendamente amenazante para un niño pequeño. Así mismo, al no tener clara algunas nociones relativas al tiempo, tampoco sabrá si sus padres volverán a buscarlo prontamente. De este modo, el llanto de un niño al separarse de sus padres es un indicador normal dentro del proceso de adaptación a un ambiente que aun le resulta extraño. 


¿De qué modo apoyo a mi hijo para que se acostumbre más rápido al jardín?

Por una parte, es importante comunicarles que asistirán a un jardín infantil. Algunos padres piensan que puesto que sus hijos no hablan, no entenderán lo que se les dice. Sin embargo un apresto al ingreso siempre es importante más allá de la edad. Por ejemplo, a niños que ya comprenden el idioma, se les puede mostrar viñetas de cuentos relativos a niños realizando actividades en aula, se puede visitar jardines donde se pueda ver a los niños jugando en el patio, y prepararlo previamente a través de conversaciones.
Es importante que las nociones de tiempo varíen acorde a la edad de las personas. Lo que para los adultos es “un rato” para los niños podría ser vivido como “una eternidad”. De este modo, dejar a niños todo el día en el jardín o sala de cuna para que se acostumbre rápidamente, es desconocer que para el niño puede ser un impacto demasiado grande acorde a su desarrollo. Habitualmente se aconseja que el niño visite el jardín por un espacio de tiempo pequeño, que interactue con las tías y compañeros un rato e incorporarlo progresivamente hasta que haya logrado permanecer la jornada que se estime conveniente. Los jardines que se preocupan por el bienestar de sus niños, deberían permitir la incorporación paulatina de los pequeños. Del mismo modo, padres estratégicos buscarán una solución tal vez lenta pero que a largo plazo sea más efectiva.



¿Cómo sé que el jardín es adecuado para mi hijo?
Tras las noticias suscitadas durante los últimos meses, padres tienden a estar más alerta al momento de encontrar un jardín adecuado para sus hijos.
 Si bien un jardín debe estar cerca del hogar o del trabajo de los padres de modo de facilitar la llegada en caso de emergencia, NUNCA este debería escogerse porque es “fue el primero que se encontró” o porque “era el más cercano a mi hogar”. La búsqueda de un jardín implica visitarlo, conocer a la directora/director, conocer a las tías a cargo, conocer el proyecto educativo, saber planes de contingencia que se adoptan en caso de emergencias. Es decir, los padres deben tomarse el tiempo para CONOCER a quienes se harán cargo de sus hijos.

Algunos jardines han adoptado medidas tales como permitir el acceso a padres cuando ellos estimen conveniente, ventanales de modo que los padres puedan observar cómo se encuentran los niños en el aula e incluso cámaras que permiten ver a los niños desde internet. Sin embargo, el acceso a entrevistas con las educadoras permitirá crear un vínculo de confianza con quienes cuidan a los niños.


¿Qué pasa si mi hijo no quiere asistir al jardín?
Algunos padres tienden a minimizar el rechazo de los hijos frente al jardín, mientras que otros lo magnifican. Las causas del rechazo de un niño a un lugar específico son multivariado, por lo cual hay que investigar qué pasa.
En primer lugar, comprender que adaptarse a un jardín implica un proceso y que no necesariamente se llevará a cabo en los tiempos que los padres tenían presupuestado.
Sin embargo, a medida que pasan las semanas comienzan a identificarse algunos factores que no favorecen el ingreso. En algunos casos, podría ser rutinas que no favorezcan el bienestar general del niño, tales como hábitos de sueño que no permitan descansar adecuadamente en la noche, jornadas demasiado extensas en el jardín ante lo cual se aburre o percibe demasiada distancia de sus padres, u otros aspectos que los padres deben identificar de modo de saber si las rutinas que llevan a cabo son las más adecuada para sus hijos.
Por otra parte, podría ser que los hábitos de la casa sean diametralmente distintos a los del jardín, lo que genera problemas de adaptación al espacio educativo. Ejemplo de aquello es cuando en casa aún se le da de comer en la boca mientras que en el jardín se les pide que ellos solos sean capaces de alimentarse, o cuando los fines de semana los padres alteran toda rutina de sueño, de alimentación o de juego, rompiendo rápidamente los esquemas que los niños logran adquirir durante la semana. En este sentido, los padres deben alinearse con las actividades realizadas en el jardín de modo de facilitar la adaptación.
En otros casos, la actitud de los padres podría generar inconscientemente rechazo por parte de los niños al jardín. Ejemplos claros son aquellas expresiones tales como “pórtate bien, sino te llevo de inmediato al jardín”; “Si no te comes todo, le voy a decir a la tía para que te rete”; “la tía todos los días viene a preguntar si te dormiste, sino dice que te va a castigar mañana”. Este tipo de expresiones que si bien se utilizan para regular la conducta de los niños en el hogar, podrían resultar ser altamente contraproducentes en el vínculo que el niño genera con su educadora, quienes a menudo pasan a ser figuras de apego importante en sus primeros años.

Por último, se presenta aquellos casos en que se sospecha algún tipo de maltrato/abuso, lo cual representa un escenario grave para el desarrollo del niño. En este caso, excesiva irritabilidad al llegar al jardín, moretones que no tienen explicaciones coherentes, miedos intensos que aparecen repentinamente podrían ser elementos importantes para sospechar. Es estos casos, es importante actuar rápidamente, pero no de modo impulsivo. En este sentido, considerar las entrevistas con educadores, observaciones en aula, conversaciones con otros apoderados de modo de conocer la situación de un curso, o incluso consultar a algún especialista son aspectos que ayudarán a padres a evaluar cada escenario.
Sin embargo, como dice el dicho prevenir es mejor que curar, y en este sentido escoger un jardín de confianza es vital.


Me han dicho que si mi hijo me
ve ansioso será peor…
Es casi inevitable sentir ansiedad cuando un hijo va por primera vez al jardín y sobre todo cuando es el primer hijo. Sin embargo, la actitud que padres y madres muestren frente a su hijo resulta ser un gran espejo para visualizar lo que deberán enfrentar en el jardín.
Sostener conversaciones gratas acerca del jardín, saludar a la educadora a cargo con amabilidad, verbalizaciones que aluden a aspectos agradables del jardín pueden ser aspectos que a los padres les ayuden a autoregularse y que además le ayuden al niño a vivir el proceso adecuadamente.
Intentar aplazar las penas o ansiedades para conversarla posteriormente en parejas o con los amigos también podría ser una forma de expresarse sin que lo evidencien los niños.
Por último, repasar los motivos por los cuales se escogió incorporar a un hijo a un al jardín de modo de evitar culpabilizaciones que no son constructivas, ayudarán a los padres a ver esto como un proceso más llevadero.






¿Para finalizar, algunos consejos generales?    
 
Niños y niñas pasan en ocasiones más de 8 horas en jardín acorde a las jornadas laborales de los padres. Esto no es menor, pensando que si bien en las rutinas se consideran espacios para las siestas, de juego libre supervisado entre otros, no descansan en su cama ni juegan con sus juguetes. Del mismo modo, si se cae lo puede consolar una tía amorosa, pero no es su madre ni padre. En este sentido, comprender que niños y niñas pueden llegar irritables al hogar producto del cansancio y “sensibles” porque ciertamente necesitan atención de sus cuidadores, es parte de proceso. Por otra parte, comprender que niños y niñas requieren de cierta cantidad de horas de sueño para recuperarse de esta extensa jornada y no transgredirla por la necesidad de los padres por estar más horas junto a los niños.



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